Ramona - IN-CO-RECTUS - Insensatez





¿La ociosidad es la madre de todos los vicios? Nones. Es su enemiga acérrima. Si no, es incomprensible el hecho de que, ante la ausencia de políticas de prevención, de control efectivo, de planificación y de materia gris, cada vez se tenga que darle vuelta a destapar la reglamentación acerca del entretenimiento nocturno. Ahora están jodiendo con que los bares y anexos sólo podrán abrir hasta la maricona hora de… prepárense porque esto es de antología: ¡la 1 de la mañana! Cuando estás apenas calentando motores. Traspole esto al acto sexual y el resultado es inaudito, inconcebible: ¡No te alcanza el tiempo ni para medir el aceite! ¿Y todo por qué? Porque nos quieren hacer creer que los responsables de estos despropósitos son modelo de moral y urbanidad. La meca de la abstinencia y el autocontrol. Los guías espirituales que velan por la armonía y la convivencia pacífica de nuestra hermosa, pulcra e inocente ciudad. Gracias por pensar en nosotros, pero mejor que agarren sus hipócritas buenas intenciones y hagan con ellas un pintoresco y bien formado enema. 

¿Argumentos para tal determinación? Los escuché todos. Que si los bares promueven el consumo de alcohol en menores de edad, que generan disturbios públicos, que propician violencia doméstica, que atentan contra la moral pública, que conducen al consumo de drogas, y el último que me tocó escuchar parece una creación de Cantinflas: ¡Que atentan contra la salud pública porque no dejan a la gente dormir! Digamos que nos hagamos a los coxuters y aceptemos como válidas todas estas lucubraciones. ¿Vamos a solucionar esos problemas obligando a los bares a cerrar a la 1? Lo más probable es que ni por San Putas porque lo único que lograríamos es que los bares “abran a puerta cerrada” (Uy cará, uy cará, metafísica popular), que la gente vaya a chupar a las calles y que se generen centros clandestinos que vendan tragos infames. La medida no es sólo un saludo a la bandera sino que además permite que los problemas de salud, de violencia y de inseguridad… ¡se incrementen! La historia lo ha demostrado. En todas partes del mundo. Las prohibiciones siempre incrementan los daños que pretenden combatir. ¿O será que lo de la Ley Seca norteamericana es una invención de Hollywood? No lo es, sonsos, es pura verdad, por lo tanto la medida está de principio condenada. Les va a salir el culo por la tirata. 

No hay peor ciego que el que no quiere ver y nuestro medio no solamente está ciego sino que además es sordo. Pero cuando se trata de llenarse la boca para vomitar su verborragia moralista no hay quien los pare. Y esto no corresponde solo a las autoridades y a los técnicos que planifican dichas disposiciones sino, y sobre todo, a la mediocridad de los ciudadanos medios. Somos el prejuicio y la intolerancia hecha carne y lo más hipócrita que existe sobre la faz de la tierra. Piensen en la guerra que todavía hoy se hace a los cafés de la España, la maniquea manera en que se jode contra Las Islas, los incontables despliegues de autoritarismo que se dan contra discotecas, bares y pubs, y de los puteros mejor ni hablar. Cochabamba, centro de la integración y la concordia, es un nido de ratas que no admite lo diferente, lo extremo o lo políticamente incorrecto y, esos vecinos ejemplares que demandan y exigen la “intervención” en nombre de la moral pública, muerden su propia perversión secretamente, mienten y engañan, hieren y hacen daño pretendiendo, después, hacernos creer que son ejemplo de ciudadanía. Pues bien, me harté: Ciudadanos ejemplares, váyanse con su abstinencia a remojarse la nutria y métanse un dedo en el orificio que mejor les calce. Putos. 

Y la cosa viene por este lado. Soy adulto, soy profesional, tengo derechos ciudadanos, voto en las elecciones y referendos, como, duermo, cojo y cago, como todos. Tengo necesidades y trabajo. Me gusta la chicha y el chicharrón, me siento cochabambino contemplando el monumento a las Heroínas de la Coronilla y la laguna de la Angostura. Lloro cuando pierde la Wilstermann y me enerva que nuestra irresponsabilidad nos haya llevado a matar la clima. Defiendo, cuando puedo, que nos tilden a los llajtamasis de envidiosos, me avergüenzan el 11 de Enero y el Cristo de la Concordia. Me soslaya la lectura solitaria de Camargo o de Zamudio. Veo televisión y no duermo los domingos. ¿Por qué no duermo los domingos? Porque me da insomnio por haber chupado los sábados y ¿saben qué? Creo que eso me da derecho suficiente para conducir mi vida como me revenga en gana y salir, ir a comer, divertirme, beber o hacer lo que mis miembros exijan en donde Satanás lo permita y, atención: ¡hasta la hora que me de la puta y regalada gana! Fijar a los centros nocturnos horario de atención es atentar contra la libertad de los ciudadanos. Punto.

¿Por qué siempre tiene que primar la voz del abstemio, del cartucho, del moralista, del engominado, del conservador, del intolerante, del hipócrita? Que cualquiera de estos venga y me demuestre que es mejor ciudadano, que es mejor persona, que tiene la razón. Además, si realmente su preocupación fuera altruista y desinteresada, atacarían los problemas de raíz. Harían campañas de prevención para el consumo de alcohol en menores y reforzarían los medios de control de calidad y seguridad ciudadana. Pero no. La mejor solución siempre es la más fácil que al mismo tiempo suele ser la más idiota: la censura y la irracional condena. Y todo por ganarse una palmada en la espalda de los que se creen dueños de la moral ciudadana. Esa punta de chismosos y entrometidos que miran la paja en el ojo ajeno sin poder todavía destrancarse la viga que tienen atravesada en el orto. Y así, sigo pensando en qué más nos vamos a inventar para demostrar nuestra completa decadencia. Yo sé que no tiene nada que ver con esto, pero estoy pensando en una canción que tiene un título perfecto para definir toda esta locura e irracionalidad. Es brasilera y, como suele ser en esos pagos, es irremediablemente hermosa. La hizo Tom Jobim y se llama Insensatez. 
Por: Xavier Jordán A. | 13/11/2011
xordanov@gmail.com

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